¿”Frau H”, “Frau A”, “Frau C”, “Frau Gi”?; para Freud, “mi principal tormento”.
Se trata de Elfriede Hirschfeld, a quien Freud recibió entre 1908 y1914, y de cuya identidad se tuvo noticia hasta hace poco más de veinte años.
Freud estaba atormentado por la versatilidad y rebeldía de los síntomas de Elfriede Hirschfeld; por su excesiva implicación en esta cura; por la forma en que este análisis había trastornado su relación con Jung; por lo limitado de sus teorías para aprehender y explicar lo que ponía de manifiesto una profecía que recibió la paciente de parte de un adivino en París. Fue con Elfriede Hirschfeld que Freud se sintió convocado a producir importantes innovaciones en su teoría de las fases de la libido y a problematizar, durante el tiempo que ella estuvo en análisis con él, la noción de “contratransferencia”.
Además, Freud localizó en la predicción que le confiara la paciente, el hilo conductor para hacer valer públicamente las hipótesis que había elaborado con Sándor Ferenczi tiempo atrás sobre los fenómenos “ocultos”, la telepatía y la transferencia de pensamientos.
István Hollós (1872-1957) —uno de los analistas de la Escuela de Budapest que se atrevió, junto con Ferenczi, a adentrarse en los ámbitos más inexplorados del pensamiento freudiano— encuentra un camino en esa apuesta. Su práctica con los locos y el ejercicio del análisis en el seno de esa práctica le permite recibir lo inquietante, lo oscuro, lo perturbador, lo fuera de sentido. Sus observaciones sobre los “problemas telepáticos” permiten vislumbrar hasta qué punto dar lugar a la telepatía pone en entredicho ciertos soportes del psicoanálisis que se consideraban afianzados, y revela algunas de las consecuencias de dejar el asunto fuera del campo de los estudios psicoanalíticos.

